22.3.11

Francis Bacon, horror y muerte

Lo único seguro e idéntico que comparte el hombre, es su condición humana finita, que inevitablemente lo enfrentará con la muerte.

Esto es lo que el inglés Francis Bacon nos muestra en su pintura, fruto de su entorno cultural entre la primera y segunda Guerras Mundiales; pero sobre todo por sus antecedentes personales, ya que sufrió de asma durante toda su niñez y fue tratado con morfina, además del hecho de haber sido rechazado y corrido de su hogar a los 16 años por ser gay.

La pintura de Bacon es parte de la corriente denominada Neofigurativa, movimiento nacido entre 1950 – 1960 caracterizado por una vuelta a la pintura figurativa frente a la abstracción y que se identifica por el tratamiento del tema de una manera informal pero expresionista.

La pintura neofigurativa suele tener un sentido de denuncia social con tendencias expresionistas en la que se adoptan formas orgánicas deformadas o monstruosas.

Bacon, es a la pintura, lo mismo que inspira su nombre: un tocino, carne que viene de la muerte… Bacon muestra al hombre como un trozo de carne echado para su venta. Salvador Dalí utilizaba el tocino de manera surreal-aleatorio, pero también para recalcar lo efímero y putrefacto de sus modelos.

Así, las obras de Francis muestran expresiones deformes influenciadas por el cubismo de Picasso, en contra de lo que los productos culturales actuales ofrecen; en sus pinturas no hay satisfacción, misericordia ni un “happily ever after” de Disney…. Bacon nos dice: somos un efímero ser en este mundo, que huimos del terror de la muerte y de nuestros miedos, disfrazándolo de marcas y productos que nos alejen de la vejez… de la putrefacción.

Bacon es hijo de la corriente artística del horror del siglo XVII, que viene desde Bruegel, Goya y el Bosco, donde expresan imágenes de cuerpos deformes, en carnavales u orgías en una estética muy peculiar.

En sus citas aparece el artista español Diego Velazquez, mago del pincel y de la representación. Velazquez presenta sus personajes de una manera magistral, fotográfica, pero paradójicamente con una técnica que hace aparecer la abstracción en cada pincelada… mira de cerca su obra y será un cúmulo de colores y texturas, de lejos, una reproducción cuasi fotográfica… de allí su enigma, allí lo que atrae a Bacon en ese retrato del papa, donde es muy nítido, pero sus facciones son tenebrosas, su entorno es oscuro.

El papa pintado por Bacon esta disolviéndose en el horror de un grito, una figura enmarcada en una silla de oro, un representante de una iglesia que siempre ha mostrado una doble moral.

Bacon no disimula nada, todo es carne, huesos, muerte, desgarres…. Obras grotescas que nos muestran la abyección que nos circunda pero que maquillamos con relatos y productos; para Eleonor Heartney (Arte Hoy, 2008) estas deformaciones cumplen un servicio importante, y que al mostrar reproducciones grotescas o abyectas del yo y el mundo, subvierten las representaciones idealizadas y nos aproximan más al ser humano.

Conocerlo da pánico, pero no reconocernos un poco en sus obras, es tener los ojos cerrados a la vida, a lo real.

Al final su forma de ver la vida es un consejo que Bacon nos da, toma al toro por los cuernos… porque hay un destino indudable, ineludible y único para cada ser… la muerte.

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